viernes, 18 de marzo de 2011

NUCLEARES Y EL DIOS MERCADO


Vivimos en un mundo en el que con demasiada frecuencia el hombre pone en circulación productos o tecnología que no está lo suficientemente contrastada como para certificar la seguridad de las mismas. El Dios mercado impone esta ley con la total complacencia de los dirigentes políticos que nos gobiernan y en gran medida como consecuencia del despliegue de medios económicos y mediáticos para poner en tela de juicio cualquier opinión contraria y amparar así la necesidad humana en esos productos o tecnología, de tal modo, que al poco tiempo de su puesta en uso parece imposible sobrevivir sin ellos. Los fabricantes o comercializadores generalmente pertenecientes a grandes multinacionales, dicen en su defensa que los que desconfiamos de estos productos debemos demostrar lo malos que son para que los mismos puedan estar prohibidos, saltándose a la torera lo que para mí es el principal principio de seguridad, que no es otro, que el que tiene obligación de demostrar que es inocuo para la salud antes de su comercialización debe ser sin duda el que quiere comercializarlo. Hay demasiados ejemplos repartidos por diferentes sectores. Desde la telefonía móvil y sus microondas, a las líneas de muy alta tensión que por cierto quieren volver a pasar por nuestro territorio, pasando por las famosas vacunas contra la gripe A que ahora, tras forrarse las farmacéuticas se ponen en tela de juicio, las famosas harinas cárnicas de las vacas locas o los ya famosos cultivos transgénicos, que lejos de producir más y mejor, lo único que consiguen es dar una vuelta de tuerca más para hacer pasar por el aro al agricultor de turno, con el único objetivo de que este pueda seguir sobreviviendo de su trabajo, un trabajo que cada vez está más en manos de las multinacionales y del Dios Mercado, que de las mismas condiciones climatológicas.

Pero es sin duda tras lo ocurrido en Japón estos días, cuando se impone la necesidad de hablar de la energía nuclear. Una energía segura, me decían hace escasas semanas unos ingenieros eléctricos, olvidándose de Chernobil y desde luego, no conociendo lo que está pasando hoy en Japón. Una energía controlada, con muchas más medidas de seguridad que cualquier otra. Como si una energía como esta se pudiera controlar bajo cualquier imprevisto, como si la ciencia pudiera tener bajo control cualquier parámetro natural por muchas estadísticas que justifiquen que lo ocurrido era altamente improbable o incluso pueda controlarse cualquier locura humana en cualquier parte del mundo. Una fuente de energía que permitirá a España poder seguir creciendo me decían, como si en Japón no llevaran años en crisis pese al gran número de centrales que tienen y como si el futuro del planeta pasase por seguir creciendo a base de potenciar el consumo. No se lo que ocurrirá en la central japonesa de Fujishma, sobra decir que espero que al final quede en un gran susto más allá de lo que les pase a las personas que se están jugando la vida y seguramente algunos la pierdan por salvar a los japoneses de un desastre atómico. Lo que tengo claro es que en la sociedad en la que vivimos, el Dios mercado querrá seguir imponiendo su ley y volverán a decirnos que se han mejorado las medidas de seguridad, que los protocolos se han reforzado, que es seguro e inocuo y lo volverán a decir porque ese Dios les protege, les ampara. Organicémonos para parar la sinrazón de este Dios. La energía nuclear vale incluso menos que el Dios que la ampara.

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